"Amor mío, amor mío.

Y la palabra suena en el vacío. Y se está solo".

Vicente Aleixandre.

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domingo, 9 de diciembre de 2012

A veces la felicidad...




A veces, (y no quisiera generalizar demasiado o que mis palabras sonaran a moralina), cuando tenemos la felicidad frente a nuestros ojos, no sabemos verla. Siempre, o al menos muchas veces, pensamos más en lo que nos estamos perdiendo, en el deseo de las cosas que no tenemos, incluso cosas que otros poseen y nosotros envidiamos. Y la realidad es que todo lo que necesitaríamos para ser felices está ahí, al alcance de la mano. Estamos tan ciegos que creemos que la felicidad es algo difícil de alcanzar, y a veces hasta nos auto convencemos de que nunca vamos a lograr ser felices, cuando la realidad es que sólo depende de nosotros mismos.

Saber, y querer, encontrar la felicidad entre lo que tenemos a nuestro alrededor en mucho más fácil que buscarla más allá del horizonte;  valorar y cuidar todo lo que está al alcance de nuestros dedos, es a mi modo de ver, el primer paso para ser felices, y es mucho más fácil que pasarnos la vida buscando quimeras imposibles, en las que el riesgo, es desesperar y resignarse a ser infelices toda la vida. Soy de las que piensa que la felicidad no está en un lugar y hay que ir a buscarla, creo que la felicidad siempre está junto a nuestros pies, en la charla con un amigo, en la mirada de un niño, en una sonrisa cómplice… La felicidad es algo tan simple que se bebe gota a gota cada segundo de nuestras vidas, a veces incluso sin darnos cuenta.

Esto no significa que debamos renunciar a otros sueños más importantes, sino que mientras caminamos por la vida, no debemos olvidar los pequeños detalles que hacen el camino, que permiten a nuestros pies pisar firme, esos simples adoquines que pavimentan el suelo hacia nuestras grandes metas son tan importantes o más que la propia calzada.

Sabemos que los grandes momentos de la vida están llenos de preguntas. Los grandes encuentros están llenos de interrogantes, y en la medida en que hayamos sido capaces de alcanzar nuestra felicidad, seremos capaces de dar la respuesta correcta. Importa lo que somos y lo que queremos ser, y no tanto lo que tenemos o queremos poseer. La felicidad, como la vida, es un viaje de ida y vuelta, por eso, de regreso a casa, a la luna, al centro de la tierra o al interior de uno mismo, debemos ser conscientes desde dónde partimos, y qué era lo que nos rodeaba para ser justos con nosotros mismos. Todo es un gran viaje, en el que sabemos el punto de salida y el de llegada, pero no el tiempo que tardaremos, ni con qué o quién nos encontraremos. Y eso..., es lo mejor del viaje.