"Amor mío, amor mío.

Y la palabra suena en el vacío. Y se está solo".

Vicente Aleixandre.

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martes, 19 de febrero de 2013

Sin tiempo ni fecha



Ayer, al salir del trabajo, me encontré con Enrique, un amigo de esos de toda la vida, Entramos en un bar cercano a tomar un café, hacía al menos seis meses que no nos veíamos, así que le pregunté qué era de su vida. Me habló, entre otras cosas, de su nuevo trabajo y de su familia, pero sobre todo, de lo que más me habló fue del tiempo, mejor dicho, del “no tener tiempo”. Estuvimos poco más de media hora sentados en aquella cafetería, no paró de mirar el reloj de su muñeca, en algún momento, casi me sentí violenta, como si le estuviera retrasando en alguna cosa importante. Al final como supondréis, nos despedimos de aquellas maneras en la escalera de un autobús urbano. Durante la charla, estas fueron algunas de sus frases:

"Un café rapidito, no tengo mucho tiempo". 
"Me han regalado un libro, lo leeré cuando tenga tiempo". 
"Leo las cosas por encima, no puedo malgastar el tiempo". 
“No tengo tiempo ni para ver una película”.
"Vale, de acuerdo, tú puedes perder el tiempo, yo no". 
"Perdona, te llamaré, ahora tengo que coger ese autobús". 

Cuando me acosté, se me vino a la cabeza el encuentro con Enrique, soy de esas personas que pasadas unas horas le vuelven a la memoria algunas de las cosas que le han ocurrido durante el día, una especie de revivir lo importante para analizarlo más detenidamente, conversaciones, encuentros, lo que he visto…. Así que pensando en lo que me dijo, sentí que no coincidía con él en muchas cosas.

Yo, últimamente siento que el tiempo es quien me pertenece en lugar de ser yo su prisionera, he aprendido que si bien no hay que malgastarlo, tampoco ser su esclava es la solución a nada. Hace tiempo ya que descubrí que podemos empeñarnos en correr más que el reloj, pero aun así, el día, seguirá teniendo veinticuatro horas. He llegado a la conclusión de que el tiempo no se pierde por escuchar lo que un amigo nos cuenta cuando está preocupado, o cuando le va bien y está contento. Que quedarse embobada mirando una puesta de sol, es más importante que echarle una carrera al día, que nada es comparable a una noche de estrellas en la que Chet Baker nos regala una balada desde un viejo vinilo. Que el amor y la amistad no los define el tiempo, sino las ganas.

Así pues, he decidido por unanimidad conmigo misma decretar: que el tiempo tiene, simplemente, la importancia que yo quiera darle. Por lo que, esta norma es de obligado cumplimiento, para mí y para todo aquél que pase por mi vida en cualquiera de las formas posibles.




                                                                                                                                                                                                                                 Soledad.

Sin tiempo ni fecha.

domingo, 10 de febrero de 2013

Antes de que llegue la medianoche




Hoy estoy de suerte, estoy contenta, he conseguido dormir casi seis horas seguidas, todo un récord para mí, así que esta mañana me he despertado realmente emocionada y feliz, y mira que tengo cosas que hacer antes de que el reloj llegue a la medianoche. Pero hoy soy consciente de que tengo responsabilidades que cumplir, que soy importante. Así pues, mi primer trabajo de hoy será escoger qué clase de día quiero tener.


Todos hemos oído alguna vez que conforme uno se hace mayor se va haciendo invisible, que con la edad disminuye nuestro protagonismo en la escena de la vida, o sea, que nos volvemos casi imperceptibles para un mundo en el que sólo cabe el poder, la sangre nueva y el ímpetu de la juventud. Y dentro de estos parámetros, yo muchas veces le he dado vueltas a que no tuve la suerte de nacer en una familia de esas con “posibles”, pero lo cierto es que siempre he sido consciente de lo que mis padres, pesé a todos los problemas e inconvenientes, fueron capaces de darme con sus pocos medios: una familia, tres comidas diarias, cariño, educación, valores…, y lo que con mi esfuerzo y empeño fui consiguiendo por mí misma.

Y es que aunque todo esto pueda ser verdad, que todo depende en gran parte de la suerte y de cómo te vaya en la vida, también lo es que para lograrlo hay que tener fe, valor y confianza en nuestra capacidad, pensar en positivo, y sobre todo saber que uno es importante en la vida. A esta hora de la mañana, puedo quejarme porque el día ha salido lluvioso, o puedo agradecer algo tan sencillo como que no tendré que regar las macetas de mi terraza. Hoy puedo sentirme triste porque ando justa de dinero, o puedo estar contenta de que así no compraré cosas innecesarias. Puedo maldecir de mi precaria salud, o puedo poner más empeño en recuperarme y salir adelante.

Así que a menos que tengas otros planes para hoy, puedes lamentarte de que tu rosal tenga espinas o felicitarte porque te ofrece sus rosas. ¡Qué tengas  un gran día...!






domingo, 3 de febrero de 2013

Como tengo ganas y tiempo...





Es invierno, quizá ésta sea la época del año que más invita a la  introspección y al análisis, a esa especie de recogimiento interior, ese aprovechar el frío para vaciar de los cajones las viejas fotos, los calcetines con tomates y aquellos pantalones tan monos que estuvieron de moda hace años. Es la época ideal para dejar espacios libres y limpios, para hacer hueco a lo nuevo, que sin duda, está por llegar. Es  tiempo también para la pereza y el letargo, para que se peguen las sábanas los fines de semana, para mirar por la ventana el paso de las nubes y la lluvia tras los cristales. Es el instante ideal para disfrutar un libro entre las manos y de un chocolate con churros para merendar...

Estaba necesitada de hacer limpieza interior: tirar algunos pensamientos no deseados y lavar algunos recuerdos que estaban ya medio oxidados.  Así que saqué aquellos que ya no uso y los que no quiero ya. También tiré a la papelera algunos sueños, algunas ilusiones, papeles de regalo que nunca usé, sonrisas que nunca di. Tiré a la basura la rabia y el rencor de las flores marchitas que estaban dentro de un libro que nunca leí… Como tenía tiempo y ganas, busqué mis sonrisas futuras y mis pretendidas alegrías y las coloqué sobre una estantería ordenadas por sueños. Coloqué en los estantes de abajo algunos recuerdos de la infancia, en los de encima los de mi juventud y bien colgado en frente, puse mi capacidad de amar, la fuerza de recomenzar, y luego pasé un paño por el estante de mis metas y las dejé a la vista para no olvidarlas.

Cogí las palabras de rabia y de dolor que estaban en el estante superior, pues la verdad, ya casi ni las uso, y las tiré a la basura en ese mismo instante. Otras cosas que aún me hieren, las coloqué en un cajón para después ver qué  hacer con ellas, si las guardo para aprender en un futuro o las olvido y también las tiro a la basura. Del armario del desván saqué todo y lo fui tirando al suelo: pasiones escondidas, deseos reprimidos, palabras horribles que nunca hubiera querido decir, heridas que causé a algún amigo, recuerdos de un día triste…

Arrojé directo al cubo los restos de un amor que me hirió. Rebuscando también encontré en una vieja maleta olvidada aquella luna de color de plata, esa puesta de sol que vimos juntos, el amor, la alegría, las sonrisas, un dedito de fe para los momentos que más la necesito. Recogí con cariño el amor encontrado, doblé ordenaditos los deseos, coloqué perfume en la esperanza, y me senté en el suelo para poder escoger algo para llevar siempre en el bolso. 

Es invierno, es tiempo de limpieza y puesta al día, pero sobre todo es el momento ideal para hacer acopio de la energía necesaria para derrochar en primavera.