Algunas veces decimos de alguien de forma casi despectiva que es “de pocas palabras”, pero ¿es esto un defecto realmente? Por lo general tendemos a pensar que son personas tímidas e inseguras, y aunque en ciertos casos puede ser así, la realidad es, que esta característica suele corresponder a personas reflexivas, confiables y con gran capacidad para escuchar a los demás.
La sociedad nos invita a pensar que las personas triunfadoras son aquellas más extrovertidas y habladoras, esas que siempre tienen algo que decir, las que siempre tienen una anécdota a punto, los que parecen más carismáticos y socialmente exitosos. Pero también es cierto que este tipo de personas llega un momento que agota, y que, si profundizas un poco en su interior, pues… no hay mucho.
En las distancias cortas, sin embargo, las personas silenciosas, no necesariamente son introvertidas, muy al contrario, se desvelan como grandes conversadores, profundos de pensamiento y con una gran vida interior. Suelen ser creativas, razonables, y grandes amigos de sus amigos.
- Piensan antes de hablar.
- Son observadores, imaginativos y grandes analistas de la realidad.
- No rehúyen el contacto social, no son tímidos, pero sí selectivos a la hora de construir amistades.
- Les agrada la soledad elegida.
- Son minuciosos, les gusta cuidar al máximo de sus relaciones.
Todo esto requiere ser pausado, dejar que otros hablen, atender, mirar, estudiar… Solo entonces dan su opinión, esperando que sus palabras resulten útiles, y son muy respetuosos con lo que expresan los demás.
Su modo de actuar, este modo de procesar y desenvolverse requiere de más tiempo y ello hace que den sensación de no dominar la fluidez comunicativa. Asumir que cada persona es única, y que no todo el mundo dispone de esa capacidad para hablar de forma “ágil”, nos permite comprender mejor el comportamiento de otras personas.