"Amor mío, amor mío.

Y la palabra suena en el vacío. Y se está solo".

Vicente Aleixandre.

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domingo, 15 de mayo de 2022

De pocas palabras…


Algunas veces decimos de alguien de forma casi despectiva que es “de pocas palabras”, pero ¿es esto un defecto realmente? Por lo general tendemos a pensar que son personas tímidas e inseguras, y aunque en ciertos casos puede ser así, la realidad es, que esta característica suele corresponder a personas reflexivas, confiables y con gran capacidad para escuchar a los demás.

La sociedad nos invita a pensar que las personas triunfadoras son aquellas más extrovertidas y habladoras, esas que siempre tienen algo que decir, las que siempre tienen una anécdota a punto, los que parecen más carismáticos y socialmente exitosos. Pero también es cierto que este tipo de personas llega un momento que agota, y que, si profundizas un poco en su interior, pues… no hay mucho.

En las distancias cortas, sin embargo, las personas silenciosas, no necesariamente son introvertidas, muy al contrario, se desvelan como grandes conversadores, profundos de pensamiento y con una gran vida interior. Suelen ser creativas, razonables, y grandes amigos de sus amigos.

Entonces, cuáles son los principales rasgos y peculiaridades de los “silenciosos”.

- Piensan antes de hablar.

- Saben escuchar, reflexionan sobre lo que se les dice y tardan más en responder.
- Son observadores, imaginativos y grandes analistas de la realidad.
- No rehúyen el contacto social, no son tímidos, pero sí selectivos a la hora de construir amistades.
- Les agrada la soledad elegida.
- Son minuciosos, les gusta cuidar al máximo de sus relaciones. 
- Son personas en las que confiar y que valoran a su vez, tener figuras firmes con las cuales compartir confidencias.

Por lo general tienen una personalidad reflexiva, son la calma interna en un mundo siempre con prisas. En un mundo donde las ideas, opiniones y pensamientos se intercambian casi sin filtro, las personas que hablan poco llevan otro ritmo. Hay por lo tanto otro factor que es necesario tener en cuenta y que se relaciona ni más ni menos, que, con el enfoque reflexivo, escuchan con todos los sentidos antes de responder, se toman su tiempo porque se comunican desde la autenticidad, con creencias y valores en la mano y la verdad en el corazón. Observan lo que les rodea, son empáticos, intuitivos y hábiles para percibir cómo son los demás y qué necesitan.

Todo esto requiere ser pausado, dejar que otros hablen, atender, mirar, estudiar… Solo entonces dan su opinión, esperando que sus palabras resulten útiles, y son muy respetuosos con lo que expresan los demás.

Su modo de actuar, este modo de procesar y desenvolverse requiere de más tiempo y ello hace que den sensación de no dominar la fluidez comunicativa. Asumir que cada persona es única, y que no todo el mundo dispone de esa capacidad para hablar de forma “ágil”, nos permite comprender mejor el comportamiento de otras personas.

miércoles, 4 de mayo de 2022

Tiempos de sobre-información


Según entiendo, estamos en una época en la que nos desborda la información, lo que representa una carga demasiado pesada para nuestros cerebros, acostumbrados ya, a no tener que almacenar datos. Me explico, por mi trabajo, tengo que tratar a diario con personas de todo tipo que pasan por mi mostrador, he de decir que, de todas las edades, y tanto si tú les das la información que requieren, como si son ellos los que preguntan por algo en concreto, en un número muy elevado de ocasiones, notas como no se están enterando de nada o casi nada, y casi siempre aciertas si piensas que no tardarán en volver a preguntar sobre lo mismo.

En algunas ocasiones me sucede, que mientras les estoy relatando como han de proceder o como tienen que realizar una tarea, los ves que están a sus cosas, pendientes del niño, del perro o con su mente en la próxima cuestión, lo notas, también tu experiencia te dice, que no tardarán en volver a preguntar sobre lo mismo que acabas de contarles. Eso cuando no saben más que tú, que es otra de las situaciones que se plantean, les estás contando, y al mismo tiempo, ellos te lo están explicando a ti, pero aumentado con ejemplos, sin atender a las peculiaridades de la situación o del elemento del que se les está hablando.


Vivimos en un mundo tan tecnológico o tecnificado, no sé cuál sería el concepto adecuado, aunque igual son los dos al mismo tiempo, en el que nos hemos acostumbrado a tener todo al alcance de la mano, bien sea, pulsando una tecla o pinchando en un enlace, nuestro cerebro parece como si ya no admitiera otro tipo de entrada de información.

Lo mismo pasa cuando les dices que solo hay una tienda, que no abre todos los días, que la panadería cierra a las dos, o que no hay un “chino” al que recurrir en caso de emergencia o que el banco no abre todos los días, o lo que es peor aún, que según donde se pongan o donde vayan, no hay internet.


Se les hace difícil comprender, que aquí disfrutamos del “slow living”, que no somos Madrid o Barcelona, que esta es otra forma de entender la vida, afortunadamente. Quizá deberíamos empezar como sociedad a mirar menos a la pantalla del móvil, y disfrutar más de todo lo que tenemos a nuestra disposición con sólo echar un vistazo alrededor, venir, como es el caso, a un lugar rodeado por naturaleza en su máxima expresión, donde perderte, en el buen sentido, en mitad de un bosque de centenares de hectáreas, y necesitar mirar al móvil cada diez segundos, no tiene explicación
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