Alguien dijo que la vida no está para entenderla sino para vivirla. Y hoy me siento discípula de estas palabras, no puedo permitir el perderme ni un solo segundo de su legado, no voy a perderme siquiera en su lado malo (que seguro lo tiene), pero ese lado es mi superación, es lo que me invita a renacer con más fuerza cuando parece que muere todo. Y es por eso que cuando las cosas se dirigen hacia la oscuridad, un ápice de mi esperanza y de mi coraje brota de nuevo desafiando a las circunstancias.

Hoy siento la vida enorme, grandiosa, sublime, poderosa. Y es porque nunca le había prestado tanta atención como ahora, tan sólo su poder no me gusta, pues he de ser consciente de que todo te lo da y también todo te lo quita en un instante. Lo único que podemos hacer es armarnos de valor y mostrar lo que sentimos a cada momento, pues puede que no haya tiempo y ese abrazo amigo, ese beso o ese te quiero nunca se vuelva a repetir.

No es suficiente con donar los órganos para que otros puedan vivir, también es importante donar esos momentos que recordar, es otra forma de seguir viviendo en los corazones de los demás e irte con la convicción de que has llenado un poquito sus vidas.
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