Sí, por fin es
viernes. Y terminó la semana. Eso digo siempre, me siento feliz porque por fin
llega el fin de semana para descansar... ¿quién dijo descansar? Bueno, lo
tomaré como que por lo menos tengo tiempo durante sábado y/o domingo para hacer
alguna de las cosas que me apasionan, como leer, escuchar música, ver una buena
peli o, como ahora, escribir. También busco el momento de llegar a casa y mirar
por la ventana, viendo esta imagen comprenderéis por qué.
Es lo que me da
vida: La bahía de Santander al fondo. El mar, ese que siempre espero que me
salude encendiendo su luz, es como un código que tenemos él y yo, a veces
siento que necesito ver esa luz y me asomo a la ventana por la noche, y me
quedo un rato observando.
También observo a la
luna, que cuando está en fase de luna llena me regala su reflejo en el mar y me
quedo como anonadada, como hipnotizada, imaginándome en medio de ese halo de
luz sobre el agua, es un momento precioso que me da vida.
Una vez, hace años,
llegaba a casa de madrugada después de una de esas noches de juerga y, por mi
calle, vi la luna llena y la luz que irradiaba en el mar, como si fuera una luz
que salía de debajo del agua, y me atrajo hacia la avenida, para verla mejor,
para hacerme cómplice de su belleza. Son momentos que te llenan de energía,
momentos únicos en los que te sientes especial por estar ahí.
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